César Castruita | Opinión | 2011-09-17 | |||
Algunos llegaron a equiparar la desaparición decretada en este sexenio de Luz y Fuerza del Centro y del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) con el “Quinazo” de Carlos Salinas de Gortari. Con todo, guardadas las proporciones, lo que vendría a ser el único portento de autoridad del presidente Felipe Calderón se esfumó esta semana, antes de los festejos de los 201 años de la Independencia de México. Durante dos años, el belicoso secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, fue enfático al establecer que no habría vuelta atrás y que no se le entregaría la disputada toma de nota a la dirigencia del SME, encabezada por Martín Esparza. Lozano, a quien le tocó ser el porro del Gobierno Federal, no se amedrentó con las violentas manifestaciones del SME afuera de su domicilio particular y de su oficina. Pero tampoco sirvió de nada la contraofensiva gubernamental que llegó a filtrar a los medios pruebas de la supuesta opulencia mal habida de Esparza. Hoy quedó atrás lo que sería una acción ejemplar del actual sexenio y Lozano se ha de estar tragando sus palabras con embudo para alimentar a los gansos que producen foie-gras. Con tal de que el SME desalojara el Zócalo capitalino para los festejos de la Independencia, la Secretaría de Gobernación acordó lo que se le había negado a la representación laboral durante dos años: la liberación de 21 millones de pesos en cuentas bancarias, la toma de nota a 26 integrantes de su comité central y la posible reinserción laboral de más de 16 mil afiliados que no se han liquidado desde la extinción oficial de Luz y Fuerza del Centro. Calderón ha sido constante en su clamor por la legalidad, la aplicación del estado de derecho y la negativa a negociar con grupos delictivos. Desde nuestro punto de vista, la negociación con el SME es una contradicción con el discurso oficial. O, bueno, habría que considerar que el autor intelectual de las alianzas con quienes tienen seis años diciéndole espurio y que estuvieron a punto de que no tomara posesión es el propio Calderón. Durante muchos años, pero más desde que se decretó la desaparición de su organismo, Martín Esparza y un reducido grupo de seguidores han hecho de la confrontación, la violencia y chantaje su modus vivendi. En un abierto desafío a las instituciones y a los principios de civilidad pusieron de rodillas al gobierno, que ahora recurre a los legendarios cañonazos de billetes para negociar la entrega del Zócalo. ¿Qué pensarán ahora los casi 30 mil trabajadores que confiaron en la palabra de Felipe Calderón y se desistieron de la protesta y la provocación? |
¡ B I E N V E N I D O S !
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sábado, 24 de septiembre de 2011
PIERDE CALDERON SU UNICA MEDALLITA
PERIODICO LA CRONICA
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